Ha tenido que ser la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, quien dé la primera explicación de la dimisión de Díaz Alperi. Según ella, el desde el lunes ex alcalde le confesó que estaba cansado y tenía problemas de espalda de los que debía operarse.
La ceremonia del jueves en el Salón Azul del Ayuntamiento, breve pero emocionante, estuvo coja. Alperi anunció su dimisión, dijo que le sustituirá Castedo, expresó su amor por Alicante y dio las gracias a todos. Faltó una explicación.
Hubo dos altos cargos, el jefe del Consell y el presidente de la Diputación, que a la vez son los dos máximos responsables del Partido Popular en la Comunitat y en la provincia de Alicante, que sólo fueron testigos. No pronunciaron palabra alguna.
Cualquier cargo público en una democracia, cuando dimite antes de tiempo, ofrece una explicación a la ciudadanía. En este caso, porque era algo anunciado y porque hace mucho tiempo que Alperi había dicho a aquel que le quisiera escuchar que su deseo era terminar su etapa como político en el Parlamento Europeo no sirve de excusa.
De este modo se da pie a abrir la caja de las especulaciones y las sospechas. No hubiera costado nada ofrecer un por qué.
Lo ceremonial del acto, la emoción que tensaba el ambiente, el sentimiento que humedecía los ojos y las palabras de amor hacia Alicante no sirven para nada si los vecinos no conocen por qué la persona a la que dieron su voto o, en todo caso, la que gobierna su ciudad, se va antes de tiempo.
La ceremonia del jueves en el Salón Azul del Ayuntamiento, breve pero emocionante, estuvo coja. Alperi anunció su dimisión, dijo que le sustituirá Castedo, expresó su amor por Alicante y dio las gracias a todos. Faltó una explicación.
Hubo dos altos cargos, el jefe del Consell y el presidente de la Diputación, que a la vez son los dos máximos responsables del Partido Popular en la Comunitat y en la provincia de Alicante, que sólo fueron testigos. No pronunciaron palabra alguna.
Cualquier cargo público en una democracia, cuando dimite antes de tiempo, ofrece una explicación a la ciudadanía. En este caso, porque era algo anunciado y porque hace mucho tiempo que Alperi había dicho a aquel que le quisiera escuchar que su deseo era terminar su etapa como político en el Parlamento Europeo no sirve de excusa.
De este modo se da pie a abrir la caja de las especulaciones y las sospechas. No hubiera costado nada ofrecer un por qué.
Lo ceremonial del acto, la emoción que tensaba el ambiente, el sentimiento que humedecía los ojos y las palabras de amor hacia Alicante no sirven para nada si los vecinos no conocen por qué la persona a la que dieron su voto o, en todo caso, la que gobierna su ciudad, se va antes de tiempo.
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