lunes, 6 de agosto de 2007

Amigos y ex presidentes / Francisco Muro de Iscar


Si hay algo más difícil que ser presidente del Gobierno, posiblemente sea ser ex presidente. Acostumbrarse a no ser ‘la voz’ ni a estar todos los días en el candelabro. Lo cierto es que, muchos, no es para nada el caso de Calvo Sotelo, pero sí el de los que le siguieron, acaban sustituyendo la ‘gran’ política por la política de influencias y eso rinde intereses importantes. Ser presidente del Gobierno es un mal negocio para el bolsillo, porque están muy mal pagados, pero es condición imprescindible para poder obtener la condición de ex y acceder a pingües negocios, sin perder, eso sí, la oportunidad de seguir dando lecciones a todos. Legítimo, pero no siempre estético.

El problema es para los sucesores. Sin duda, Rajoy es amigo de Aznar, y Zapatero lo es de de Felipe González. Pero cada vez que hablan el uno y el otro, a los dos líderes políticos actuales de los dos grandes partidos, les da un pasmo. Seguramente ni Aznar ni González quieren volver a ser lo que fueron, pero les molesta no seguir mandando como mandaron. Es decir, casi con un poder absoluto, aunque manteniendo las formas democráticas. Felipe hacía lo que le venía en gana y Aznar gobernó en su segunda legislatura como si el Parlamento fuera él. Y en los dos casos, les castigaron en las urnas.

Ahora Felipe González que, como Aznar habla cuando y cuanto quiere y escribe regularmente en los medios, ha hecho unas declaraciones a ‘El País’, de la mano de la siempre crítica e imparcial Maria Antonia Iglesias, en las que, al margen de atacar a degüello a Aznar y al PP, ‘defiende y elogia’ a Zapatero. Eso sí, dice que él no habría permitido que le presentaran un Estatuto como el que trajo Maragall y que éste jamás se habría atrevido a planteárselo a él, como hizo con Zapatero; asegura que nunca más podrá haber una nueva negociación con ETA, lo que es un aviso a Zapatero; añade que nadie debería haber pensado que ETA separaría la negociación política del abandono de las armas, como hizo, sin plan B, Zapatero; elogia desmesuradamente la visión del problema vasco de Josu Jon Imaz, lo que es un ninguneo a los de su partido; y desliza que los políticos viven en ámbitos diferentes a los ciudadanos y les implican ‘en debates que no les interesan’. Con amigos así en el partido, sobran los enemigos.

Si eso fuera todo... González es un maestro en eso de lanzar la piedra y esconder la mano o en sugerir sin decir. El primer ejemplo es una gravísima acusación, sin aportar un sólo dato, al PP: ‘el más grave y delicado ninguneo contra la institución monárquica se ha producido entre el 96 y el 2003’. La segunda, una declaración ‘de principios’: está ‘disponible’, pero no quiere ‘estorbar’; calla sus críticas al Gobierno del PSOE para no hacer el juego al PP; le consultan poco o nada y le ‘cuesta un enorme esfuerzo mantener una actitud de no interferencia y, al mismo tiempo, de permanente disponibilidad’. ¡Cómo se lo pasaría un psiquiatra analizando estas frases!

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