Era cuestión de tiempo que la economía española comenzara a mostrar signos de enfriamiento. Hace meses que se viene advirtiendo desde muchos frentes. El Gobierno ha preferido y prefiere mirar para otro lado. El vicepresidente Solbes, por ejemplo, que hace unos meses nos intentaba convencer de que el endeudamiento brutal de las familias españolas y, por tanto, su falta de ahorro, se compensaba con el valor de sus viviendas, ahora dice que es bueno y "cómodo" que con el mismo endeudamiento o más, las viviendas bajen de precio.
En fin que hay unas ganas enormes de no decir la verdad sobre lo que está pasando y cómo puede evolucionar. Los tipos de interés van a seguir subiendo, la inflación se va a disparar a causa de los altos precios del petróleo y exportar cada vez se está poniendo más difícil con un euro altísimo. Como ya hemos sabido en estos últimos días la presión fiscal ha subido y la capacidad adquisitiva de los salarios ha bajado. Si a todo esto le sumamos que la construcción flojea -los precios de los pisos están bajando, sobre todo los de segunda mano- y se van a construir menos viviendas, las dos patas fundamentales que sostienen el alto crecimiento económico se desaceleran sin que haya una clara alternativa de cambio en el modelo.
Podemos seguir pensando todo el tiempo que queramos que los economistas, periodistas extranjeros y bancos de negocios que llevan meses alertando de lo que puede avecinarse en España en materia económica son catastrofistas. Pero la realidad va imponiéndose poco a poco en cifras y es cuestión de tiempo, si no se toman algunas medidas liberalizadoras y se bajan los impuestos, que este enfriamiento comience a afectar al empleo que ya es la tercera preocupación de los españoles según la última encuesta del CIS.
En fin que hay unas ganas enormes de no decir la verdad sobre lo que está pasando y cómo puede evolucionar. Los tipos de interés van a seguir subiendo, la inflación se va a disparar a causa de los altos precios del petróleo y exportar cada vez se está poniendo más difícil con un euro altísimo. Como ya hemos sabido en estos últimos días la presión fiscal ha subido y la capacidad adquisitiva de los salarios ha bajado. Si a todo esto le sumamos que la construcción flojea -los precios de los pisos están bajando, sobre todo los de segunda mano- y se van a construir menos viviendas, las dos patas fundamentales que sostienen el alto crecimiento económico se desaceleran sin que haya una clara alternativa de cambio en el modelo.
Podemos seguir pensando todo el tiempo que queramos que los economistas, periodistas extranjeros y bancos de negocios que llevan meses alertando de lo que puede avecinarse en España en materia económica son catastrofistas. Pero la realidad va imponiéndose poco a poco en cifras y es cuestión de tiempo, si no se toman algunas medidas liberalizadoras y se bajan los impuestos, que este enfriamiento comience a afectar al empleo que ya es la tercera preocupación de los españoles según la última encuesta del CIS.
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