Desde el episodio de la madrastra de Adolfo Suárez, no recuerdo una situación parecida, que en nada nos favorece. Y aunque todas las partes tengan razones a su favor, con esta confrontación, todas la pierden.
Por dejar clara mi posición desde el principio: el Gobierno no es un club de debates, ni puede permitirse el lujo de hacer esgrima verbal con la banca cuando dispone del BOE, ni puede amenazar con que se le acaba la paciencia ante situaciones que, en buena medida, ha contribuido a crear cuando éramos el asombro de propios y la envidia de extraños.
De otra parte, los portavoces de las entidades financieras tienen que reconducir el tono innecesariamente altanero y agresivo de sus declaraciones recientes, para convencernos de que también ellos están haciendo lo posible para que salgamos todos de la crisis y no sólo ellos de la suya. Especialmente las cajas de ahorros, que deben esforzarse más en demostrar que son otra cosa distinta de los bancos precisamente buscando complicidades sociales en situaciones como ésta.No tengo ningún interés en cargar las tintas contra la banca.Esa fiebre se me pasó con la juventud. Me parecieron acertados los paquetes de ayuda a nuestro sistema financiero, de manera especial la elevación de la cobertura pública a los depósitos que puso fin a incipientes movimientos de retirada masiva de los mismos en algunas entidades.
Pero ya avisé aquí de los problemas que podría generar la insensibilidad de quienes parecen vivir encerrados en torres de marfil y, todavía, pretenden actuar como si la crisis de las subprime y las nacionalizaciones de bancos por insolventes, no por ideología, no hubieran tenido lugar en varios países de la OCDE.Siento que nos toman por tontos cuando algunos portavoces de la banca se justifican diciendo que cuando el crédito crece lo mismo que el PIB nominal, no se puede hablar de restricción de crédito, sino de algo normal. Entonces, en estos años cuando el crédito crecía cuatro más que el valor nominal de nuestra economía, ¿qué era eso? ¿cómo toleró la banca esa situación de anormalidad continuada? ¿quién les forzaba entonces a dar tanto crédito?
Defender que en España, a diferencia del resto del mundo, ha sido el sector real quien ha puesto en riesgo al sistema financiero y no al revés es, por decirlo suave, contar la mitad de la verdad.
Sobre todo, porque lo dicen los mismos que, con sus créditos sin límite y valoraciones exageradas, han cebado, en compañía de otros, la bomba de nuestra burbuja inmobiliaria hasta alcanzar los niveles disparatados que alcanzó, y ahora impiden su ajuste a la baja en precios para no incrementar la toxicidad de una parte importante de sus activos, los inmobiliarios.
Sin la colaboración activa y complaciente de nuestro sistema financiero (y de otros poderes) ¿podríamos habernos endeudado como lo hemos hecho? ¿hubiera alcanzado la burbuja inmobiliaria la altura que cogió?Yo no sé si la economía es un estado de ánimo, pero el sistema financiero es una cuestión de confianza. Confianza en que el dinero que depositas estará ahí cuando lo necesites, confianza en que las inversiones que te aconsejan no sean ruinosas y confianza en que si les presentas una operación sensata y viable, tendrás el crédito necesario para hacerla posible.
Esa confianza no es ciega. De hecho, se refuerza mediante la supervisión, inspección y sanción que realiza sobre el sector financiero una entidad independiente como el Banco de España. Y esa confianza se pone en cuestión cuando los encargados de gestionarla cometen errores excesivos, abusos cuantiosos y faltan a sus responsabilidades con el conjunto de la sociedad y no sólo con sus accionistas.Usted y yo no podemos montar un banco como podemos abrir una librería. Hace falta un conjunto de requisitos y autorizaciones especiales porque se entiende que la actividad financiera es un servicio público, diferente. Todo ello ha forjado, a lo largo de los siglos, un perfil de banquero austero, discreto, poco dado a las aventuras empresariales y al protagonismo personal, con gran poder sobre la economía real y cierta capacidad de influencia sobre los gobiernos.
Un banquero al que le parecería obsceno escuchar lo que hemos escuchado esta semana por parte de algunos portavoces de la banca española y que evitaría sacar pecho publicitando grandes beneficios en medio de una de las mayores crisis económicas de los últimos cincuenta años, que está dejando sin trabajo a muchos de sus clientes, depositantes y empleados.La reputación de un banco no puede cotizar sólo en la bolsa. Sobre todo hoy, cuando en la retina de la gente siguen presentes las imágenes de Madoff, del anterior presidente de Lehman o la comparecencia ante la Comisión del Senado americano de esos banqueros avariciosos, con nuevos aviones privados y grandes indemnizaciones, mientras el Gobierno inyectaba solvencia a las entidades que habían arruinado con su desastrosa gestión.
En situaciones excepcionales como ésta, todos debemos unir fuerzas para buscar soluciones y no culpables. El Gobierno debería precipitar una catarsis colectiva que diera pie a una gran convocatoria nacional, a la que no puede faltar la banca, para consensuar medidas que ayuden a salir del pozo. Porque mientras discutimos sobre galgos y podencos, el contador del paro sigue aumentando.Y esa es la mayor preocupación del presidente, como nos dijo y como sin duda veremos esta semana en su comparecencia parlamentaria donde todos esperamos cordura, liderazgo y confianza en base a una salida concertada de la situación.
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