Por enésima vez: no hay una "cuestión catalana"; hay una "cuestión española".
Como
sabíamos desde el inicio de 2015, un año con cuatro consultas
electorales, lo decisivo en todas ellas sería Cataluña. Así ha sido y
sigue siendo. Y agravado. Sin resolver el problema en Cataluña, España
no es gobernable. Y ahora, para mayor claridad, desde las elecciones del
20D, el gobierno del país depende de los partidos independentistas catalanes, ERC y DiL.
Hace
cuatro o seis años, esta situación no hubiera sido un problema grave
porque los nacionalistas no eran entonces tan claramente soberanistas.
Los últimos cuatro años del infame desgobierno de una partido corrupto,
dirigido por una persona a todas luces indigna de ocupar el cargo, han
convertido a los nacionalistas en independentistas y aumentado la
cantidad de estos en Cataluña hasta la mitad del electorado. Antes los
catalanistas solían achantarse. Ahora, no; ahora no se achantan; ni se
callan. Piden un referéndum de autodeterminación. Y van a hacerlo.
Sin en ese referéndum, España es ingobernable.
¿Cómo
hemos llegado aquí? Por la fabulosa incompetencia de una clase política
que, una vez más, está a la bajura de la tradición histórica de la
oligarquía española, cuya estupidez, egoísmo y ceguera son proverbiales.
Todo este vodevil de los pactos y las coaliciones; todas las
triquiñuelas de registrador de Rajoy, las ansias de niñato de Iglesias,
los titubeos de burócrata de Sánchez, sirven para que los periodistas se
las den de enterados sin que sepan de la misa la media, como los mismos
protagonistas ya que, si los 17 diputados de Junts pel Si, votan
en contra, en España no puede haber gobierno de izquierda alguno, pues
no da la aritmética y solo unos gobiernos de derecha que llevarían al
sistema al colapso.
Con
el voto en contra del independentismo catalán solo hay cuatro fórmulas
posibles y todas de derechas: un gobierno de gran coalición (PP y PSOE),
uno de "concentración nacional" (PP, PSOE y C's) y dos minoritarios de
la derecha (uno del PP y otro del PP y C's) y estos dos últimos, solo
contando con la abstención del PSOE. Los cuatro simbolizarían el colapso
de la segunda restauración por la desnaturalización de la política
parlamentaraia, la falta de perspectivas y la incapacidad de evitar el
choque con Cataluña que España no puede reprimir porque la UE no la
dejará.
Mientras
PP, PSOE y C's sigan aferrados al "no" al referéndum catalán, la única
alternativa al escenario anterior serían nuevas elecciones. Según los
gurús al uso estas serían desaconsejables porque su resultado no
diferiría de la situación actual. No sé de dónde sacan esa conclusión.
El resultado puede ser mucho peor que el actual. El partido de Iglesias
puede estallar. Los andaluces no quieren ser menos que los catalanes de En Comú Podem
y también piden "voz propia" en el grupo parlamentario de Podemos. O
estos entran pronto en el gobierno (de ahí sus prisas frenéticas por
pillar ministerios) o, al final, a Iglesias le va a quedar un grupo de
cuatro incondicionales.
La
pregunta obligada es: ¿por qué se empecina el PSOE en negar el
referéndum catalán que, sin embargo, es compatible con sus antiguos
documentos programáticos de la época anterior a Suresnes? A estas
alturas del debate, vistos todos los argumentos doctrinales, políticos,
jurídicos, históricos, etc, está claro que la única razón por la que el
PP, C's y el PSOE se oponen al dicho referéndum es la razón de la
fuerza. No porque no.
Debiera
darles vergüenza, al menos a los socialistas. ¿No creen estos que
España es una nación y, probablemente, muchos ellos coincidan con el de
los sobresueldos en que es una "gran nación"? Pruébenlo. Una gran
nación, como el Canadá o la Gran Bretaña, no tiene miedo a reconocer el
derecho de autodeterminación de sus naciones integrantes. Y estas,
pudiendo decidir, no se separan. ¿Por qué no puede ser igual en España?
Porque los nacionalistas españoles, en el fondo, desconfían de la nación
que predican, no creen en ella y se malician que perderían el
referéndum. Son falsos e hipócritas. Por ello prefieren mentir y obligar
a las naciones del Estado español a permanecer en él en contra de su
voluntad antes que correr el riesgo de que se descubra su superchería,
que dura siglos.
Esa
desconfianza, ese miedo cerval a quedarse sin un país heredado,
tradicionalmente maltratado y administrado como un cortijo, los lleva a
creer que, si se presentan a las elecciones en España con el referéndum
catalán en el programa, las perderán. Tienen miedo. No se atreven.
Las
naciones no se han hecho nunca con cobardes. Confíen en el electorado
español que es mayor de edad, demócrata e ilustrado. Incluyan el
referéndum catalán en sus programas. Pruebe Podemos y haga pedagogía de
la necesidad del referéndum. Ojalá el PSOE se liberara del peso muerto
de sus dirigentes más reaccionarios y tuviera el valor de incluirlo
igualmente, con la misma pedagogía. De ser eso así, esas elecciones
serían tan plebiscitarias como fueron las del 27 de septiembre de 2015
en Cataluña; serían ese referéndum a nivel de toda España sobre la
autodeterminación de Cataluña que los nacionalistas españoles (esos que
dicen no ser nacionalistas) usan siempre para boicotear una salida
civilizada y democrática a la cuestión catalana que, repito, es la
cuestión española.
De
esta forma también se desbloquearía la situación y se abriría la
posibilidad de un referéndum vinculante catalán con una pregunta
negociada con el Estado. Dicho sea, de paso, en memoria del
recientemente fallecido jurista Francisco Rubio Llorente, quien
aconsejaba asimismo la celebración de ese referéndum.
IIª transición: el carcunda, el petulante y la cínica
La transición, la famosa transición, como todos los empeños humanos, no fue modélica,
pero acabará reconociéndosele tal condición si siguen los desaforados
ataques que sufre y se continúa propugnando su superación no a base de
enterrarla bajo el manto de la crítica y el olvido sino, paradójicamente
de propugnar una reedición en forma de IIª transición. No sé si quienes
la postulan tienen base lógica para criticar la primera cuando quieren
repetirla.
He
oído invocar la necesidad de la IIª transición a tres personas muy
significativas: Aznar, Pablo Iglesias y María Dolores Cospedal.
Aznar, desde su espíritu de carcunda, falangista independiente y franquista por convicción y destino, estuvo siempre en contra de la primera transición. El Estado autonómico le parecía una charlotada
y, para mostrar su apego al franquismo se afilió a Alianza Popular,
luego PP, un partido fundado por el ministro de propaganda de Franco,
Fraga Iribarne. Para acabar con la democracia de la Iª transición se
inventó una IIª que solo existía en su cabeza y en la de su aliado en
los años noventa, Anguita, con quien fraguó una pinza que trataba ante
todo de destruir a Felipe González y al PSOE, al que ambos odiaban. Como
sé que quedan algunas gentes aún convencidas de que no hubo aquella más
que evidente pinza, les aconsejo escuchar la entrevista de 2012 de Periodista Digital a Cristina Almeida, por aquel entonces afiliada al PCE y a IU que lo explica con toda claridad en el minuto 28:20.
Dispuesto a tomar el relevo de Anguita (no en la pinza pero sí en el deseo de aniquilar al PSOE por sorpasso), Iglesias habla de otra IIª transición. Es imposible saber si es la de Aznar porque ninguna es real sino un mero flatus vocis demagógico, pero sí apunta a su objetivo: la Iª transición, que ahora es el régimen turnista.
Las propuestas del líder de Podemos rebosan petulancia, pedantería,
bisoñez y afán por desplazar al PSOE. Algunos dirigentes de este se han
sentido molestos y hablan de "humillación" y "chantaje". Son vagidos de
impotencia. En la política no hay sensiblería (salvo si da votos) y los
de Podemos hacen bien en apretar. Es su derecho. Y el PSOE, en lugar de
quejarse, debe responder ganando a su adversario, cosa que se consigue
con relativa facilidad. Basta con decirle que respete los tiempos antes
de aplicar su receta de un descarnado "quítate tú para que me ponga yo".
Recientemente, Cospedal ha enarbolado la misma bandera de Aznar e Iglesias de la IIª transición.
Por supuesto, es un ejercicio de cinismo que supera el que la señora se
ha gastado en estos atroces cuatro años que ha infligido a los
castellano-manchegos. IIª transición, en realidad como recuperación de
la primera, con su espíritu de diálogo, consenso y acuerdo. Es imposible
imaginar cara más dura cuando se recuerda cómo ha tratado a patadas a
todo el mundo en la región, ha menospreciado a la oposición, dejado sin
servicios sociales a los más necesitados, amparado todo tipo de
chanchullos y presuntas corrupciones, protegido una pandilla de
auténticos facinerosos que pasaban por periodistas, regiamente pagados
con el dinero de todo pero a su exclusivo servicio.
Ninguna
de las tres peticiones de una IIª transición pasa de ser una consigna
para fieles pero las dos últimas, la del petulante y la cínica tienen un
elemento en común: las dos tratan de forzar la mano al PSOE que, guste o
no al heredero de Anguita y la heredera de Aznar, es el partido de la
centralidad política y el que, a pesar de su desastroso resultado
electoral del 20D es imprescindible en cualquier fórmula de gobierno. Y
ninguno de los dos atina ni de lejos con el tono que debería utilizar
para convencer a quien necesita de que se avenga a ir a su lado: el
petulante menosprecia, insulta y provoca y la otra, adula, miente y
amenaza. Los dos dicen querer gobernar con el PSOE, pero lo que en el
fondo quieren los dos es destruirlo.
Ignoro
si el PSOE "estará a la altura" (que no es la que Iglesias le señala
con aviesa intención) porque en él proliferan los barones y gerifaltes
de antaño, todos con más conchas que los galápagos, empeñados en
batallas internas, sin proyecto, sin ideas, sin respuestas y que pueden
hacer mucho daño. Sobre todo a una estructura de dirección que ha
improvisado bastantes soluciones pero arrastra un complejo agudo por su
falta de audacia en los cuatro años pasados en una oposición subalterna y
que se hacen notar hoy en su carencia de originalidad e iniciativa.
No habrá IIª transición pero sí es posible que haya nuevas elecciones para resolver una disfunción temporal de la Iª.
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