Como si se tratara de tabaco o de bebidas alcohólicas, el ministro danés de Educación se ha mostrado tajante: "Las empresas tecnológicas están contribuyendo a la destrucción de la enseñanza".
Mattias Tesfaye se ha marcado el reto de impedir que los teléfonos móviles entran en las aulas y que el alumnado recupere, desde su primera etapa escolar, el uso del papel y el bolígrafo en detrimento de las tabletas.
Una ofensiva en toda regla que cuenta con el apoyo de la primera ministra del país escandinavo, Mette Frederiksen. En unas declaraciones al medio danés Politiken, ha alentado a la población a “defender a nuestros hijos antes de que sea demasiado tarde”.
Y
es que los datos son demoledores: uno de cada tres niños de cuatro años
ya dispone de un teléfono móvil o de una tableta, resultando casi
imposible encontrar alguno de diez años que no tenga.
El
Gobierno está tan preocupado por el efecto de las redes sociales que ha
aprobado una regulación en virtud de la cual los jóvenes no pueden
registrarse hasta los 15 años. Una medida que de momento no está
obteniendo los efectos deseados porque las grandes tecnológicas, como
era de prever, hacen oídos sordos. En Dinamarca, el 94% de los niños y
niñas de 12 años ven las redes y más del 50% de los que tienen menos de
10 años cuenta ya con perfil propio.
El problema se agudiza con el paso de los años. Quienes tienen 15 pasan cinco horas al día en las redes, un tiempo que hay que sumar a las cuatro horas de media que están conectados a las pantallas en su centro educativo. En total, nueve horas de contacto permanente con ellas. Los algoritmos malévolos y los contenidos en cadena —la reproducción de un vídeo tras otro— no hacen más que agravar la situación.
En un artículo reciente publicado en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, la psicóloga Aida Bikic, de la Universidad de Odense, afirmaba que la tecnología crea tantísima “dependencia”, es tan “adictiva” que los y las jóvenes “no pueden soportarla”.
Ella habla, lisa y llanamente, de una “emergencia nacional”, ya que “las consecuencias de todo ello pueden ser devastadoras: falta de concentración, traumatización, autolesiones, inseguridad y soledad”. Según algunos estudios publicados en los últimos años, el uso intensivo de las pantallas favorece el desarrollo de síntomas relacionados con el autismo.
Sørine Vesth Rasmussen, de la organización de protección infantil Børns Vilkår, alerta en el mismo artículo del Frankfurter Allgemeine Zeitung
de que los países escandinavos no son un ejemplo -como siempre se ha
dicho- en la aplicación de las nuevas tecnologías a la enseñanza.
"Que no nos imite a nadie más, que no caigan en la trampa", ha advertido Rasmussen.
“Cuando todo el mundo ya ha adquirido su ordenador o su tableta y el profesorado ya se ha acostumbrado a utilizarlos a través de los servicios que ofrecen las empresas comerciales, cuesta muchísimo dar marcha atrás”.
De ahí que el Gobierno danés promueva, ahora, una alianza en favor de la “desconexión”. El programa se llama Apágate. Una idea que ha sido bien recibida en Suecia y Noruega, dos estados vecinos en los que el uso de la tecnología aplicada a la enseñanza también se ha convertido en referencial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario