viernes, 2 de diciembre de 2011

Siete razones por las que no arde la calle en España / S. Mc Coy

Ayer tuve una interesante comida de emprendedores a la que me invitó mi buen amigo Marc Vidal. Para quienes no le conocen se trata del prototipo de pesimista, en su definición tradicional de “optimista bien informado”. Y es verdad. Ha hecho del emprendimiento la guía de su actividad profesional desde el inicio de la crisis, tratando de buscar la arista positiva a ese abrupto ajuste de expectativas personales, económicas y sociales por las que está pasando cada uno de los habitantes de esa piel de toro llamada España. 
Marc es de los que piensan que antes o después la calle estallará en nuestro país. Y se pregunta por qué aún no lo ha hecho. Se me ocurren, a bote pronto, hasta siete razones distintas que me dispongo a compartir con todos ustedes.
Este es un post colectivo, de esos que caracterizaron los inicios de Valor Añadido. Como les comentaba, mi aproximación a esta cuestión, que flota permanentemente en el aire de una nación que sufre un 22,8% de paro según el Eurostat, es rápida e intuitiva. La suya, querido lector y/o miembro del foro, vendrá precedida por el marchamo de su experiencia personal. Mejor.
Sea como fuere, convengo con Marc en que el statu quo es muy frágil y que la quiebra de cualquiera de los factores que subrayaré a continuación puede ser la mecha que encienda la llama de una contestación pública que dé la puntilla a la confianza, a la inversión y al flujo de fondos a nuestra economía. No se trata, por tanto, de un asunto baladí y más nos vale a todos que, antes de que tal hecho se produzca, logremos enderezar el rumbo de esta nave colectiva por medio del compromiso, el sacrificio y la responsabilidad, elementos individuales indelegables.
No me enrollo más. Les dejo con esos siete puntos en la esperanza de que generen un debate provechoso y constructivo. Buen y largo, para quienes lo disfruten, fin de semana a todos.
  1. Dimensión de la economía sumergida. Se trata de la razón más manida. Desde los círculos oficiales se reconoce que alcanza al 25% del PIB nacional. Una de cada cinco transacciones –el 25% del 125%- se realiza fuera del sistema, escapando a la acción directa e indirecta del fisco. Las chapucillas permiten complementar los ingresos asistenciales del estado o los oficiales de la empresa privada. Su tolerancia es una de las paradojas de un país que exige servicios a la vez que convierte en héroes a quienes se niegan a contribuir a su financiación. Al afectar al trabajo menos cualificado, justificaría el porqué esa juventud en la que solo uno de cada dos miembros cobra una nómina no se rebela: quien más quien menos algún ingreso tiene. La picaresca, entendida como espíritu de supervivencia. Va en el ADN patrio, para bien pero también para mal.
  2. Protección familiar. Pese a los denodados esfuerzos de Zapatero por socavarla, la familia sigue siendo uno de los pilares esenciales de nuestra sociedad. No solo es el puerto donde tradicionalmente encuentra refugio el español en tiempos de tormenta, sino que sus diques se han visto reforzados por una década de acumulación de riqueza, la inmediatamente anterior al estallido de la crisis, sin precedentes desde el tardo franquismo. Otra cosa es el papel jugado por la deuda en su probado carácter ilusorio pero lo cierto es que, quien tenía dinero y no perdió la cabeza, pudo hacer mucho más en esos años. Se ha producido y se sigue produciendo una importante transferencia de renta de padres a hijos que permite aliviar la difícil situación a la que se ven abocados muchos conciudadanos.
  3. Tipos de interés bajos. España es un país extraordinariamente endeudado, más en el ámbito privado que en el soberano, pese a que es en este último donde tienen puesto su foco los mercados. Pues bien, la amenaza de recesión ha conducido a una política monetaria de bajo precio del dinero que se prevé escriba nuevos capítulos en el futuro inmediato. Y aunque es verdad que la referencia hipotecaria principal, el Euribor, ha repuntado recientemente de la mano de la tensión en el interbancario, se mantiene en niveles reducidos, aliviando la carga financiera de muchos deudores. Otra cosa son el valor de la garantía, la liquidez de la misma, la existencia o no ya de renta disponible, o la injusticia de la responsabilidad patrimonial universal por las deudas, harinas de otro costal. De momento la entrega de inmuebles por imposibilidad de hacer frente a las cuotas se ha producido de manera residual, siendo cada caso una tragedia en sí misma, claro está.
  4. Generoso sistema asistencial y amplio estado del bienestar. Los últimos datos ponen de manifiesto que existen millones de familias en nuestro país en la que la mayoría de sus miembros no trabajan y que, además, no tienen derecho ya a percibir prestación alguna. Frente a esta tremenda situación, la realidad es que el sistema de protección en nuestro país, con el salario social asociado al mismo, incluida su correspondiente cuota de fraude, puede llegar a desincentivar la búsqueda de empleo. Es la tragedia de un sistema que paga sin tener en cuenta la voluntad o no del receptor por paliar su situación, a través del establecimiento de baremos como cursos o rechazos a puestos de trabajo. Ocurre que familias con todos sus miembros en paro perciben unos ingresos más que suficientes para salir adelante, incluso superiores a los que recibirían de volver al mundo laboral. De locos. Además, buena parte de los servicios públicos son universales y falsamente gratuitos -quien no paga de forma directa, lo hace con sus impuestos; si tributa, claro está- o absurdamente subvencionados lo que genera un ahorro para el ciudadano que puede derivar en un abuso, que es precisamente lo que ahora se quiere paliar.
  5. Deflación de precios. La lucha por la subsistencia ha provocado que muchos negocios hayan renunciado al margen a cambio de mantener unos niveles de actividad que les permitan aguantar el chaparrón mientras dure. Lo importante es el volumen, lo que provoca un abaratamiento general del nivel de vida. No se me ocurre mejor manera de explicarlo que con un ejemplo. Las noches del domingo en Chez McCoy es Pizza Day. Pues bien, cenamos los siete, dos adultos y cinco niños, por 20 euros, aprovechando las múltiples ofertas de los distintos proveedores de tan colesterólica vianda. Y además te la traen a domicilio. Hay promociones todos los días. Ahora las semanas fantásticas son quincenas y los quince días de ahorro, meses. No entro a juzgar la viabilidad de ese modelo de negocio, cada maestrillo tiene su librillo, pero la realidad es que hay un ajuste de precios a la baja que hace crecer el valor de cada euro (¿he oído peseta?). Los datos de inflación están ligados, paradójicamente, a aquellos bienes distorsionados por el papel recaudatorio del Estado vía impuestos, caso de la gasolina o el tabaco.
  6. Globalización y virtualización. Este doble fenómeno, sin parangón en la historia y que constituye un verdadero nuevo paradigma, tiene también consecuencias a los efectos que nos ocupan. El primero multiplica los destinos de salida de la gente mejor preparada que, en muchos casos, concibe su lugar de trabajo de forma mundial. Un hecho que multiplica las oportunidades a costa, eso sí, de descapitalizar humanamente el país. El segundo tiene un doble impacto: uno, abarata el emprendimiento, ofreciendo una salida a quienes no la encuentran en la economía real; y dos, mantiene a la gente “entretenida” gracias al ocio asociado a Internet y a las redes sociales, modo de evadirse de la realidad que le aleja de la calle. La lista de ejemplos de las consecuencias de esta nueva concepción del modelo de relación personal y económico son infinitos.
  7. Falta de legitimidad de quien pudiera alentar a las "masas". Por último no hay quien aglutine esa potencial rebeldía. Una de las peores herencias que deja el zapaterismo es haber subyugado a todos los elementos tradicionales de contestación, desde la universidad, pasando por la cultura, los sindicatos o los medios de comunicación, pesebreados en su gran mayoría. La tesis de Marc es que la rebelión surgirá por generación espontánea, dejando en palmitas ese primer conato que ha sido el 15-M. Sin embargo, aunque el contexto social ha cambiado, cuesta creer que un movimiento de este tipo pueda mantenerse en el tiempo, de forma consistente y sin alinearse con tesis paradójicamente trasnochadas, en ausencia de un líder que encauce su actividad. Puede que veamos envites puntuales que pongan a prueba el gobierno, pero una revolución generalizada sin elementos aglutinadores parece menos probable.
Ahí quedan esas siete pistas para la reflexión. Ahora, su turno.
 

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