VALENCIA.- Diario de Valencia cerró. Valencia Hui también murió. A la lista desoladora de cabeceras fallecidas se le han sumado en los últimos dos años los gratuitos Minidiario, Metro, algunas ediciones de 20 minutos, Valencia Express, Micalet, Hoja de la Tarde, etc., se recuerda en 'Diario Crítico'.
Resulta difícil poner fecha al comienzo de la criba en los medios de comunicación tradicionales valencianos. Quizás hubo primero una crisis de modelo que se ha visto acuciada por la recesión. El caso es que las empresas periodísticas tienen la desgracia de compartir con otras empresas los males endémicos del momento como son los problemas de liquidez, morosidad, y dificultades de acceso al crédito.
Pero a estos hay que añadir los de viabilidad y los retos a los que se tienen que enfrentar en el medio plazo la prensa escrita, como son la sustracción de lectores por parte de Internet, los elevados costes de producción y la caída de los ingresos publicitarios.
Todavía no ha habido nadie que mida el impacto de la crisis sobre el empleo. En España se habla de más de 2.000 periodistas despedidos. En lo que llevamos de año, los dos periódicos locales de mayor tirada, Las Provincias y Levante, han despedido a medio centenar de profesionales, además de los cambios en las direcciones de ambas cabeceras.
A ellos hay que sumar una importante cantidad de columnistas, colaboradores y fotógrafos que han sido relegados en éstos y en otros importantes periódicos de la Comunidad Valenciana, como en La Verdad, Información, Mediterráneo y en los grandes grupos editoriales de ámbito nacional que publican El País, El Mundo y ABC.
Si a ello sumamos los puestos de trabajo que se han perdido con los cierres de las cabeceras mencionadas al comienzo del artículo, podríamos estar hablando de varios cientos de periodistas de la Comunidad Valenciana que han quedado en paro. Y a ello hay que añadir que cada año más de un centenar de universitarios valencianos terminan los estudios de periodismo con la pesadumbre de que la industria no puede absorber toda la nueva demanda de empleo.
Dos profesores de la Universidad de Princeton, Miguel Garrido y Sam Schulhofer-Wohl, publicaron recientemente un estudio sobre el impacto del cierre de un periódico. Para ello, tomaron como ejemplo el caso de la desaparición a finales de 2007 del “The Cincinnati Post” que dejó como único superviviente en la misma ciudad que le puso nombre al diario el “Cincinnati Enquirer”.
Los dos investigadores concluyeron a grandes rasgos que la desaparición de la cabecera se ha traducido en este período en una menor participación política por parte de los ciudadanos en las elecciones; mayor desafección política y menos oportunidades de renovación política.
¿Es ese un escenario que azota las conciencias de nuestros gobernantes? Lo cierto es que en España a diferencia de otros países como Francia no se ha previsto ningún plan de ayuda para la prensa escrita.
Poco parecen importar aquellas palabras de hace 200 años de Thomas Jefferson quien dijo preferir un país sin gobierno antes que sin periódicos. Incluso la administración Obama reconoció en mayo que los EE UU no son viables “sin el pálpito de los medios de comunicación”.
Pero si descendemos al ámbito autonómico, el conseller de Economía y Hacienda, Gerardo Camps, reconoció recientemente que los problemas de las empresas periodísticas no son distintos a los de las miles de empresas que hacen frente a la crisis. La diferencia estriba en el papel que ejercen los medios de comunicación en la defensa del artículo 20 de la Constitución, olvidó el conseller.
La hemorragia no es exclusiva de la prensa tradicional. También afecta a otros modelos periodísticos como los de las televisiones locales y, sobre todo, a las aparecidas hace dos años con las adjudicaciones de las licencias de TDT.
Algo no se hizo bien a la hora de redactar los pliegos de condiciones porque varias de esas televisiones están a punto de desaparecer. Así, en los próximos días un centenar de trabajadores de Tele 7 en las poblaciones de Valencia, Alicante, Castellón y Elche serán despedidos.
Problemas similares se vivieron en marzo cuando una quincena de trabajadores de Libertad Digital TV también fueron destituidos en Valencia.
El problema de dichas televisiones es que muchas de ellas presentaron desde el principio modelos de negocio insostenibles, nacieron entre fuegos artificiales y han consumido el presupuesto millonario en dos años.
La pregunta que cabe formular es cómo va a actuar la administración autonómica dado que la ley no permite la compraventa de licencias.
Mientras todo esto ocurre y los únicos supervivientes constatan que el viejo modelo está roto, se impacientan por saber cuál funcionará en su lugar.
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