Nadie se cree, por mucho que se empeñe “El país”, que el caso Gürtel sea “la más extensa trama de corrupción de la democracia vinculada a una formación política”. El PSOE, desde Felipe González hasta hoy, es difícil de superar en cuanto a la corrupción política y económica. Sólo tres ejemplos para recordar, de las decenas que se han producido durante los Gobiernos socialistas.
Nada menos que la Guardia Civil se convirtió en el centro de operaciones para que su director general, el socialista Roldán se llenara los bolsillos de dinero y la nariz de cocaína. Y nada menos que desde el Banco de España, su presidente, el también socialista Mariano Rubio se embolsara, él y algunos de sus amiguetes, un buen puñado de millones de las arcas del Estado. Y, sin duda, el caso Filesa ha sido y será el paradigma de la financiación ilegal de un partido. El PSOE, históricamente, navega mejor que nadie por las cloacas de la corrupción.
Pero el PP tiene por delante dos casos que van a desestabilizar, y con razón, el partido de arriba abajo. El caso Gürtel, cuyo sumario se hace público este lunes y el escándalo de Jaume Matas y familia.
Agradable, simpático, afable, Jaume Matas parecía un pasiego bonachón que estaba en la política de paso. Como para hacer un favor. Fue ministro de Medio Ambiente y poco se supo de su gestión, pero como presidente de la Comunidad Balear se convirtió en uno de los dirigentes más populares y relevantes del PP. Y nadie podía imaginarse que aprovechara esos pocos años de poder político para acumular kilos y kilos de billetes, de joyas y de ropa y objetos de lujo en el aristocrático palacete que compró, nadie sabe cómo, en pleno barrio gótico de Palma de Mallorca. Con la cara de bueno que tiene, o que tenía. El PP tiene que asumir que ha caído uno de sus pesos pesados, por mucho que se hubiera exiliado hace unos años en Estados Unidos. Rajoy, que le defendió hasta el último día, tiene que dar la cara.
Y el caso Gürtel, que no ha hecho más que empezar, amenaza con salpicar a algunos de los dirigentes del partido. Rajoy ya debería saber que el objetivo final del PSOE, con “El país” como punta de lanza, es llegar hasta sus propias barbas. El tesorero Bárcenas, el blanqueo de dinero, las fiestecillas organizadas en Madrid, Valencia y Galicia por Correa y algunos otros van a acaparar la atención de la opinión pública los próximos días, semanas y meses. Muchos dirigentes del partido serán condenados con todas las de la ley por enriquecerse con prácticas mafiosas, por aprovecharse del dinero público para llenarse los bolsillos. Y Rajoy, que hasta ahora no ha querido pringarse, que ha mirado hacia otro lado, tiene que dar la cara.
Ya se le ha acabo el tiempo y se supone que las vacaciones a Mariano Rajoy. El PSOE, desesperado por las encuestas y por los tropezones con la crisis prepara su artillería para disparar sin piedad a lo más alto del PP. A Mariano Rajoy le ha estallado la corrupción en plena cara. Y desde Esperanza Aguirre hasta el último militante esperan que el líder del partido sepa coger por los cuernos al toro más bravo que le ha salido hasta hoy al ruedo. Zapatero quiere seguir en el poder y Pepiño Blanco no perdona.
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