domingo, 29 de diciembre de 2019

La esperada decisión de Ximo Puig, en el PSPV / Salvador Enguix *

Mentirán quienes digan que se han visto sorprendidos por el anuncio de Ximo Puig en la Cadena Ser de que quiere presentarse a la reelección como secretario general del PSPV. Lo extraño, a decir verdad, hubiera sido lo contrario; a pesar de que en julio de 2017 anunció que nunca más lo haría. Demasiadas señales, conversaciones, filtraciones y algunos hechos apuntaban en la dirección ahora confirmada, sólo hacía falta afinar un poco la intuición.

 Como esa charla con periodistas off the record que se filtró hace un año, y en la que el president dejaba claro que aún era joven para seguir liderando el proyecto socialista. Y otras de las que no quiero dar pistas, por no fastidiar a las fuentes que deben mimarse hasta en el banquillo de los acusados. Sin olvidar esa victoria el 28A más cómoda que la que le permitió en 2015 conquistar una presidencia de la Generalitat que al PSPV se le negaba desde hacía más de dos décadas. Nunca, desde 1995, el PSPV había retenido tanto poder institucional.

Desde una perspectiva razonada y política, en un partido como este, no tenía sentido que Ximo Puig renunciara a seguir como secretario general del PSPV. ¿Alguien pensaba que él iba a seguir como president de la Generalitat y aceptar que “otro” liderara el partido? No es que él lo haya verbalizado cuestionando la “bicefalia”, es que hubiera supuesto un error muy grave en una formación en la que el mimetismo entre estructuras de partido y poder institucional es total. Miren por ejemplo cuál es el organigrama del PSPV, a nivel autonómico, provincial y local, y fíjense cómo se reparten los cargos en las instituciones. 

Y les diré más, ¿cómo hubieran actuado sus fieles si, a dos años de un congreso del PSPV, Ximo Puig hubiera confirmado que no se presentaría? En un partido plagado de cadáveres políticos por luchas cainitas constantes durante veinte años lo normal es que los viejos sables y cuchillos hubieran sido recuperados para acudir a un congreso de dura confrontación entre “ximistas” y los fieles a José Luís Ábalos. 

Es lógico pensar que Ximo Puig haya estado presionado por los suyos para intentar taponar el debate que él mismo abrió hacer dos años. Y que el rechazo a esa “bicefalia” en el PSPV haya podido estar también condicionada también por la propia configuración del gobierno del Botànic; que no olvidemos es un ejecutivo conformado por seis sensibilidades políticas: la del PSPV, las tres de Compromís (Bloc, Iniciativa PV i Verds) y las dos de Unidas Podemos (Esquerra Unida y Podem). Lo dicho, una “bicefalia” en el PSPV habría sido compleja de gestionar en este contexto. 

Podría concluirse, incluso, que el precio de no presentar candidatura para la reelección como líder del PSPV era superior al de intentar renovar mandato, pues las consecuencias en un momento tan delicado de la política hubieran sido nefastas. 

Ocurre, además, que en este momento las relaciones entre Ximo Puig y Pedro Sánchez son las mejores que ambos han tenido desde que se conocen: el presidente español ha encontrado en el valenciano su mejor apoyo dentro del PSOE para buscar un pacto con ERC que puede ser realidad en pocas horas; hay sintonía, y en estos momentos esa sintonía tiene mucho valor. Y también se equivocan aquellos que creen que Ximo Puig y José Luís Ábalos tienen mala relación; es mejor que hace un tiempo; ambos están colaborando más que nunca.

El anuncio de Ximo Puig no va a calmar ciertos ánimos en la federación valenciana, en absoluto. Los hay, y los veremos pronto, que creen que el periodo del actual secretario general se ha agotado, además de tener muchos frentes abiertos que pueden erosionar su liderazgo, dentro y fuera de las instituciones. Los hay que creen que hay que aprovechar el contexto, el poder institucional, para “renovar” el PSPV, un partido que sigue anclado a los mismos vicios del pasado. 

“Somos un partido que aún está enfermo”, me contaba un buen aliado de Ximo Puig. Es cierto: el socialismo valenciano tiene mejor votante que estructura, con todo lo que eso conlleva. Es una formación que mantiene las mismas tendencias fraticidas que la llevaron a la oposición en 1995, con unas endogamias internas terribles, con unas agrupaciones envejecidas (no tanto por la edad de sus integrantes sino por la antigüedad de sus ideas) que le impiden abrirse a la sociedad en plena revolución política e incorporar materia gris con la que renovar ideas y proyectos. Prueba de esto es que el PSPV, a estas alturas, no tiene un think tank o laboratorio de ideas como sí tiene Compromís con la Fundació Nexe.  

Tenía razón Manolo Mata cuando subrayaba que en estos cinco años, el PSPV ha logrado más victorias que en los viente años anteriores, lo que es una historia reciente de éxitos. Y hoy por hoy, el mejor capital político del partido es el propio Ximo Puig. Pero parece que el PSPV está a veces más dispuesto a repetir sus errores antes de que a iniciar cambios fundamentales para conectar con la sociedad que les vota. El peor enemigo del PSPV siempre ha sido el propio PSPV, y Ximo Puig lo sabe, mejor que nadie.


 (*) Periodista


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