Nueve años después de la fundación, este museo, que se ha convertido en uno de los pocos de su tipo en Latinoamérica, expone muñecas francesas y alemanas, soldaditos de plomo, coches, aviones en miniatura y muchas otras piezas de coleccionista.
En entrevista con Efe, Chávez reconoció que, ante las carencias culturales que tienen muchas provincias de Perú, ha apostado por descentralizar las actividades hacia Trujillo, una de las primeras ciudades fundadas por los españoles en América y rodeada de los restos de culturas precolombinas como la moche o la chimú.
El autor de obras surrealistas como "La procesión de la papa" o "El último ídolo" no cede en su empeño de acercar el arte y la cultura desde la capital a la provincia.
Por eso, Chávez también mantiene un museo de arte moderno, donde exhibe cuadros y esculturas suyas junto a creaciones de artistas latinoamericanos y peruanos, entre ellos Macedonio de la Torre, José Tola o Ángel Chávez, su hermano.
En el caso de los juguetes antiguos, el artista señaló que su afición nació después de haber visitado numerosos museos del estilo en el mundo, especialmente en Europa, donde contemplaba objetos sofisticados que nada tuvieron que ver con su infancia.
Nacido en 1937, Chávez recordó que durante sus primeros años tuvo que elaborar sus propios juguetes, como carritos o casitas, "siempre muy rudimentarios y primitivos", y que rara vez su modesta familia le hacía regalos.
Mucho tiempo después, una amiga trujillana le obsequió un camión rojo de fabricación alemana y le impulsó a crear un espacio cultural, que ya cuenta con más de 4.000 piezas, según su dueño.
A las donaciones de los visitantes y las compras en los mercados de pulgas en Europa se sumaron las buenas intenciones de otros amigos, que empezaron a llevar juguetes a las cenas organizadas por el pintor "en vez de botellas de vino".
"Tratamos de dar una presencia de aquello que se hizo a partir del primer juguete del Universo" y hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando los juguetes artesanales de gran calidad dejaron de producirse y pasaron a ser meros objetos en serie, señaló Chávez.
Estos juguetes son vistos ahora por unas cinco mil personas al año, aunque la mayoría son turistas, frente al poco entusiasmo que muestra el público trujillano, reconoció a Efe el encargado del museo Wilder Vera.
Rodeado por figuritas que descansan en las vitrinas, estantes y paredes del museo, Vera afirmó que los juguetes artesanales son piezas únicas y originales orientadas a "humanizar a las personas".
A su juicio, el Museo del Juguete de Trujillo permite que los visitantes abandonen ese ambiente "hechos unos niños" y, además, trabaja con centros de enseñanza para darles a conocer la riqueza del juguete antiguo.
No obstante, al recorrer las piezas se constata que no hay una sola indicación sobre la fecha o procedencia de los objetos en ninguna de las cuatro habitaciones del museo.
Para Chávez era preferible mostrar los juguetes de una vez en el cuarto de la niña, del niño, del juguete popular o del precolombino, antes que invertir en estudiar a fondo la historia de la colección, aunque aseguró que con el tiempo habrá placas y libros explicativos.
De esta manera, será más fácil localizar entre las muñecas a la mítica Alicia o a una muñeca de tela usada como ofrenda en un culto funerario de la cultura chancay, que se desarrolló al norte de Lima entre los años 1000 y 1475 de nuestra era.
Y servirá también para descubrir, entre las pequeñas joyas que reúne este recinto, una ocarina o flauta de la cultura virú o gallinazo, que data de más de 2.300 años de antigüedad y está relacionada con el culto a la fertilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario