ALICANTE.- Se empeña un diario local de Alicante en hacernos creer que el
presidente de la Generalitat y socio del grupo mediático al que
pertenece la cabecera, Ximo Puig, es el barón socialista con más poder de influencia sobre el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.
Y por más que se empeñe ese diario local la realidad es la que es: si
Puig manda poco en su casa, la Generalitat Valenciana donde comparte un
Gobierno endeudadísimo con nacionalistas y podemitas, menos manda o
influye en Madrid. Más bien nada, a la vista de los hechos, según El Mundo.
Y es que si Puig tuviera la mínima influencia sobre Sánchez éste y su ministra Teresa Ribera
(Transición Ecológica), no le habrían pegado el bofetón en la cara que
le han metido esta semana con el cierre del grifo del trasvase
Tajo-Segura para los regantes alicantinos por segundo mes consecutivo. Y
menos después de que el presidente de la Generalitat se vanagloriase de
los 17 minutos en los que teorizó con su líder nacional sobre un
supuesto proceso «federalizante» para España.
La excusa que no necesita
Sánchez para poder gobernar con nacionalistas excluyentes -me refiero a
los periféricos, porque también los hay centrípetos- y populistas de
izquierda -que también los hay de derechas, para desgracia de este país
que había pasado 40 años de su historia con energúmenos fuera de sus
instituciones, como los de Alicante que insultan públicamente a la
prensa libre-.
¿Pero es que alguien se piensa que Sánchez va a
perdonar alguna vez a Puig su deslealtad en la votación realizada a mano
alzada en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016 cuando se vio
obligado a dimitir fundamentalmente por la culpa del castellonense y la
andaluza Susana Díaz?
Durante el pasado mandato un
reconocido dirigente socialista de Alicante, por aquel entonces íntimo
de Sánchez (hoy fuera del partido), me contó algo que no he podido ni
podré contrastar nunca, por tanto sólo un rumor, que bien podría
inspirar un capítulo de la extinta House of cards. No obstante, con los hechos acaecidos al cabo del tiempo ese rumor podría tener cierta credibilidad.
Contaba este socialista que Puig, Díaz y Tomás Gómez
-el que fuese entonces barón socialista de Madrid- compartían
chascarrillos en un chat de Whatsapp en el que no dejaban en muy buen
lugar al secretario general al que habían ayudado a llegar al despacho
noble de Ferraz en contra del antiguo aparato del partido (representado
por Alfredo Pérez Rubalcaba y Elena Valenciano que apostaba por Eduardo Madina)
en julio de 2014. Sánchez no se había plegado durante años a los
requerimientos de sus barones y éstos se dedicaban a hacerle la vida
imposible dentro del partido.
Y también, siempre según el rumor, en
privado. Hasta que Sánchez supo de la existencia de ese chat y fue
armando su venganza.
El resto es conocido. Poco antes de proclamar
las candidaturas a las elecciones de autonómicas de mayo de 2015 (el 11
de febrero) Sánchez destituyó a Gómez como candidato por Madrid bajo el
argumento de las investigaciones de la UDEF por los sobrecostes de las
obras del tranvía de Parla.
Nombró una gestora encabezada por Rafael Simancas que
a su vez aludió a los malos resultados que auguraban las encuestas de
Ferraz. Se supone que Sánchez no hizo lo mismo con Puig porque el
desgaste el PP en la Comunidad permitía augurar una victoria electoral
(no fue así, gano el PP, pero Puig pudo formar Gobierno con los
nacionalistas valencianos y el apoyo externo de Podemos). Lo cual no
significa que le tuviese más estima que a Gómez. No se daban las
circunstancias.
Y no lo hizo mismo tampoco con Díaz. Simplemente porque
no podía. En marzo de 2015 la sevillana revalidó la presidencia de la
Junta de Andalucía, bastión socialista en un mapa electoral dominado
entonces por el PP y comenzó a gestar lo que sería la rebelión de
octubre de 2016 contra Sánchez que pudo ser posible gracias a la
dimisión de 17 miembros (muchos andaluces) de la ejecutiva federal del
PSOE, forzando a sus vez la dimisión del secretario general.
Sánchez, igual que tuvo revancha con Gómez, la ha tenido por partida
doble con Díaz. Primero ganándole en mayo de 2017 en un pulso directo
por la secretaría general del partido. Por cierto, en un pulso en el que
Puig se situó claramente con Díaz y en contra del madrileño porque «es
lo mejor para la Comunidad Valenciana y para el PSOE, en ese orden»,
manifestó el castellonense en pleno proceso interno.
Y en un segundo
round, cuando se ha desentendido de la sentencia por la corrupción
socialista en Andalucía en el caso de los ERES, ninguneando
completamente a quien llegase a ser la persona más poderosa del PSOE
nacional y que hoy difícilmente podría presentarse como candidata.
Así
las cosas el único de ese supuesto círculo que todavía ha salido
indemne sigue siendo Puig. Sánchez no se ha cebado con él, seguramente
como en el caso de Díaz en 2015, porque no puede. Y los desprecios en
vez de sufrirlos personalmente el presidente de la Generalitat los
sufren los ciudadanos de la Comunidad con la infrafinanciación (que
pactaron mejorar en 2016), y los de Alicante, además de con la
financiación, con el agua. Y en el sitio donde más duele, en la Vega
Baja.
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