VALENCIA.- La animosidad se ha instalado entre los dos principales socios del Govern del Botànic II, PSPV-PSOE y Compromís. Los de Podemos, tercera pata de la coalición, de momento siguen de oyentes, a juicio de El País.
Evacuadas consultas con unos y otros, abruma comprobar que todos concluyen en similar diagnóstico: “Las relaciones entre Ximo Puig y Mónica Oltra
están rotas”.
Es la conclusión final que confirma el cortocircuito que
parece existir entre la Presidencia de la Generalitat y la
Vicepresidencia primera. Abruma como sinónimo de fastidio, de enojo.
¿Qué pasa? ¿Es el Consell valenciano un remedo de patio de instituto,
con adolescentes hormonados que se dan y retiran el saludo entre
bravuconerías y jaleados por los propios?
La crisis del bipartidismo y la ausencia de mayorías absolutas ha
alumbrado, entre otras consecuencias, la paradoja de tener que cerrar
acuerdos de gobierno entre actores políticos que son directos
competidores en el mercado electoral.
El pacto a tres bandas -cuatro si
contemplamos a Esquerra Unida- entre PSPV-PSOE, Compromís y Unidas
Podemos es un ejemplo palmario de dicha paradoja.
El politólogo Pablo
Simón en su ensayo El Príncipe moderno (Editorial Debate, 2019)
plantea sin ambages la cuestión, con mayúsculas: “¿Cómo gobernar con
alguien a quien quieres derrotar en las urnas?”.
La primera edición del Pacte del Botànic -2015/2019- fue saludada por
buena parte de la audiencia política y mediática con la amenaza de
malos augurios. La lideresa del PP valenciano, Isabel Bonig, bautizó el
acuerdo como el “Pacto del Titanic”, metáfora de fácil comprensión hasta
para los menos versados en nuestra doméstica política. No fue así.
Llamativo resulta que quienes ahora achacan al desencuentro personal
entre Puig y Oltra la amenaza de naufragio, son los mismos que durante
la pasada legislatura atribuían el éxito de la primera singladura botánica a la buena sintonía entre ambos dirigentes.
La situación de desencuentro entre ambos partenaires
políticos ha llegado a tal punto que hace unas semanas, antes de la cita
electoral del 10-N, el secretario de organización del PSOE, el
valenciano José Luis Ábalos, fue advertido desde tierras valencianas del
precario equilibrio -a punto de quebrarse- que rige en el Ejecutivo
autonómico.
Fue con motivo de la negociación del proyecto de ley de
Presupuestos de la Generalitat para 2020. La tensión llegó a tal extremo
que conseller hubo, a la vista de las magras cifras asignadas a su departamento, que amenazó con renunciar y regresar a sus quehaceres.
¿Conseguirá el Botànic II aguantar toda la legislatura? Habrá que
verlo. Quedan casi cuatro años por delante y un asunto capital: la
reforma del modelo de financiación autonómica. Podemos aventurar que si
dicho modelo, en situación de prórroga desde 2014 y objetivamente lesivo
para los intereses valencianos, no ve la luz en los próximos dos años,
el Gobierno valenciano, entonces sí, parecerá el Titanic y aquello será
un sálvese quien pueda. En Compromís, y especialmente en el Bloc, ya se
están preparando para dar la batalla.
Sobre deslealtades personales en el seno del Consell, escribiremos otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario