Las
consultas internas han reforzado a Pedro Sánchez y
al grupo dirigente de Esquerra Republicana ante un trance político tan
delicado como decisivo. Han tranquilizado a Izquierda Unida y
previsiblemente darán un espaldarazo a Pablo Iglesias , cuando, entre
hoy y mañana, se conozca el resultado de la votaciones telemáticas en
Podemos.
Los referendos en los partidos son uno de los efectos democratistas del periodo de protesta social que adoptó el nombre de 15-M. Las consultas son más democratistas que
democratizadoras. Dan participación a los afiliados –¡bravo!–, pero
también aligeran el peso de la responsabilidad de los grupos dirigentes.
Les aminoran el estrés. Les liberan de obligaciones. Vivimos en la
época de la externalización de todo: también de las responsabilidades.
Las consultas abren, pero también cierran, en favor de los nuevos
liderazgos digital-cesaristas en las organizaciones políticas.
(La
consulta interna más dramática vivida en España tuvo
lugar en la prisión central de Burgos en 1963, tras conocerse la
petición de pena de muerte contra Julián Grimau , uno de los tres
responsables de la organización clandestina del PCE en el interior,
junto con Jorge Semprún y Francisco Romero
Marín .
El dirigente vasco Ramón Ormázabal propuso el
inicio inmediato de una huelga de hambre, en contra de la opinión del
resto del comité de la prisión, que optaba por una campaña de cartas a
personalidades de la vida cultural para que intercediesen en favor del
acusado. Ante la falta de acuerdo, la cuestión fue sometida a la opinión
de los más de quinientos presos comunistas en Burgos y ganó la campaña
de cartas). Maximalistas y gradualistas, una eterna tensión.
Democratistas o democratizadoras, las consultas internas en
los partidos fabrican política hoy en España. Si la participación en la
consulta del PSOE sobre el pacto de gobierno con Unidas Podemos hubiese
sido inferior a la del referendo de finales de febrero del 2016 sobre el
acuerdo con Ciudadanos, Sánchez estaría hoy en una situación aún más
apurada.
No es ningún misterio: el secretario general del PSOE ha salido
objetivamente debilitado de la repetición de las elecciones y hay
muchos francotiradores apostados. En el Madrid político hay en estos
momentos un francotirador en cada balcón. La consulta refuerza a un
Sánchez debilitado y le faculta para negociar de verdad con Esquerra.
Si los votos negativos en la consulta de Izquierda Unida
hubiesen sido superiores al 20%, en estos momentos ya se estaría
hablando de crisis de liderazgo en Unidas Podemos.
Si el apoyo a la enrevesada cuestión planteada por la
dirección de Esquerra Republicana a duras penas hubiese llegado al 60%,
el avispero digital independentista estaría acosando sin piedad a un
partido históricamente predispuesto a la inseguridad.
Más democratistas que democratizadoras, las
consultas internas han reforzado a los negociadores de la difícil
investidura de Sánchez. Su siguiente tarea es superar las barreras
sónicas generadas por los vigorosos adversarios del pacto de izquierdas,
así en Madrid como en Barcelona.
Hacer política hoy en España es el arte de soportar el
ruido. Gestionar la vibración del aire. El aire, el último bien comunal
disponible.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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