miércoles, 27 de noviembre de 2019

Gobernar el ruido / Enric Juliana *

Las consultas internas han reforzado a Pedro Sánchez y al grupo dirigente de Esquerra Republicana ante un trance político tan delicado como decisivo. Han tranquilizado a Izquierda Unida y previsiblemente darán un espaldarazo a Pablo Iglesias , cuando, entre hoy y mañana, se conozca el resultado de la votaciones telemáticas en Podemos.

Los referendos en los partidos son uno de los efectos democratistas del periodo de protesta social que adoptó el nombre de 15-M. Las consultas son más democratistas que democratizadoras. Dan participación a los afiliados –¡bravo!–, pero también aligeran el peso de la responsabilidad de los grupos dirigentes. 

 Les aminoran el estrés. Les liberan de obligaciones. Vivimos en la época de la externalización de todo: también de las responsabilidades. Las consultas abren, pero también cierran, en favor de los nuevos liderazgos digital-cesaristas en las organizaciones políticas.

(La consulta interna más dramática vivida en España tuvo lugar en la prisión central de Burgos en 1963, tras conocerse la petición de pena de muerte contra Julián Grimau , uno de los tres responsables de la organización clandestina del PCE en el interior, junto con Jorge Semprún y Francisco Romero Marín . 

El dirigente vasco Ramón Ormázabal propuso el inicio inmediato de una huelga de hambre, en contra de la opinión del resto del comité de la prisión, que optaba por una campaña de cartas a personalidades de la vida cultural para que intercediesen en favor del acusado. Ante la falta de acuerdo, la cuestión fue sometida a la opinión de los más de quinientos presos comunistas en Burgos y ganó la campaña de cartas). Maximalistas y gradualistas, una eterna tensión.

Democratistas o democratizadoras, las consultas internas en los partidos fabrican política hoy en España. Si la participación en la consulta del PSOE sobre el pacto de gobierno con Unidas Podemos hubiese sido inferior a la del referendo de finales de febrero del 2016 sobre el acuerdo con Ciudadanos, Sánchez estaría hoy en una situación aún más apurada. 

No es ningún misterio: el secretario general del PSOE ha salido objetivamente debilitado de la repetición de las elecciones y hay muchos francotiradores apostados. En el Madrid político hay en estos momentos un francotirador en cada balcón. La consulta refuerza a un Sánchez debilitado y le faculta para negociar de verdad con Esquerra.

Si los votos negativos en la consulta de Izquierda Unida hubiesen sido superiores al 20%, en estos momentos ya se estaría hablando de crisis de liderazgo en Unidas Podemos.

Si el apoyo a la enrevesada cuestión planteada por la dirección de Esquerra Republicana a duras penas hubiese llegado al 60%, el avispero digital independentista estaría acosando sin piedad a un partido históricamente predispuesto a la inseguridad.

Más democratistas que democratizadoras, las consultas internas han reforzado a los negociadores de la difícil investidura de Sánchez. Su siguiente tarea es superar las barreras sónicas generadas por los vigorosos adversarios del pacto de izquierdas, así en Madrid como en Barcelona.

Hacer política hoy en España es el arte de soportar el ruido. Gestionar la vibración del aire. El aire, el último bien comunal disponible.


(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia


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