BARCELONA.- La expresión moros en la costa perduró hasta bien entrado el siglo XIX y desataba el pánico en toda la costa del Mediterráneo. Aludía a las incursiones de los piratas berberiscos que atacaban a las poblaciones ribereñas, desde Cadaqués hasta Cádiz y que, en algunos casos, contaban con el apoyo de moriscos locales, exacerbando el odio entre comunidades, según "El Periódico de Cataluña".
En España es conocida la cruel expulsión de los judíos durante el reinado de Isabel y Fernando de Castilla y Aragón, pero menos recordado es el drama de casi 300.000 moriscos --descendientes de musulmanes de Al Andalus-- que fueron expulsados en 1609 y se refugiaron en Argelia, Túnez y Marruecos, mayoritariamente. Pero el exilio comenzó ya en 1608, cuando algunos moriscos prefirieron vender sus bienes y abandonar la tierra de sus padres.
La efeméride será objeto de hasta 15 congresos de especialistas, exposiciones, nuevas ediciones y una ruta morisca por la sierra de Alaguar, en Valencia. Casa Árabe, que dirige la arabista Gema Martín Muñoz, ha proyectado también una serie de audiovisuales. Josep Maria Perceval, asesor de la entidad en el proyecto y especialista en racismo y xenofobia, señala que fueron expulsadas unas 300.000 personas, "lo que equivaldría a unos seis o siete millones sobre la población actual española".
Además, en general, "se hizo con eficacia imperial, aunque hubo muchos muertos por fatiga y algunos fallecieron al ser arrojados de los barcos". "El empobrecimiento fue desigual pero en algunas zonas de Aragón y Navarra no se recuperaron jamás", añade.
La expulsión de 1609 remató el largo desplazamiento que se había ido produciendo desde que los cristianos del norte comenzaron la conquista de Al Andalus. Los mudéjares y los moriscos estaban con anterioridad, pero al ser los dominados fueron obligados a cambiar de religión y de costumbres. Aunque, como en el caso de los judíos, hubo un considerable grado de asimilación, también hubo casos extremos.
En Mallorca y Menorca, el rey Jaume I les convirtió en esclavos. En Granada, la persecución fue feroz, con la quema de libros en Bibarrambla y bautizos cristianos de miles de personas en un solo día. La inquisición torturó y denunció. También hubo quemas públicas de moriscos que no querían abjurar de su fe, aunque cuando se produjo la expulsión una buena parte de los antiguos moriscos se habían pasado ya al cristianismo.
A los moriscos se les acusaba de ratajar (circuncidar) a los niños, se les vigilaba para ver si ayunaban en el Ramadán y se abstenían de comer cerdo. De hecho, el dicho popular mala leche viene de la alusión a la lactancia materna: se prohibió que las amas reales fueran de origen morisco o judío.
Para conservar alguna de sus tradiciones, los moriscos se inventaron la literatura aljamiada: textos escritos en letras árabes pero con contenido en romance castellano o valenciano. Entre las palabras moriscas que hoy utilizamos está el hermoso vocablo ojalá (Dios dirá).
Cabe decir que el odio a los moriscos no fue uniforme, pero incluso Miguel de Cervantes se refiere a ellos con desprecio en alguna novela. Hubo moriscos médicos, chamarileros, artesanos y una de sus profesiones era la de buñuelero. En Aragón y Valencia cultivaban las fértiles huertas y controlaban la red de acequias. Su pérdida fue un desastre económico.
En Cataluña, según los historiadores, tuvieron mejor trato y fueron protegidos por la corte. Hubo pueblos plenamente moriscos, como Miravet, Tivissa y Riba-roja, en la Ribera d'Ebre. Pero también tuvieron que relegar a la privacidad sus prácticas religiosas. Hace unos años se halló un Corán aljamiado bellamente encuadernado en un escondite en una casa de Balaguer (Noguera).
Unos 3.700 moriscos catalanes salieron por el puerto de Els Alfacs. Y como sus hermanos en la desgracia, iban "reventando de dolor y de lágrimas, llevando grande estruendo y confusa vocería, cargados de sus hijos y sus mujeres, de sus enfermos, viejos y niños... Padeciendo grandísimas amarguras, muriendo algunos de pura aflicción....", según el testimonio de Aznar Cardona.
Perceval asegura que quienes trabajan en la organización de los actos quieren defenderse de "los detractores que buscan a yihadistas en el Corán, en los moriscos y en todo lo que tenga una cultura diferente".
"Pero también queremos evitar el abrazo del oso de los mitificadores del pasado --Al Andalus en concreto, una sociedad tan maravillosa y tan problemática como todas las sociedades-- y que pueden colaborar mucho con los anteriores en una cierta ceremonia de la confusión", apostilla.
(Salida de los moriscos del puerto de Alicante y llegada al puerto de Orán)
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