jueves, 6 de noviembre de 2008

Socialistas y populares, a la gresca por sus congresos en Alicante

ALICANTE.- PP y PSPV tienen problemas caseros provocados por espesos congresos provinciales. Un charco del que seguro saldrán salpicados sus primeros espadas, Jorge Alarte y Francisco Camps. Alarte ya lo tiene asumido -por aquello de llevar permanentemente la espada de Damocles en forma de división tras su pírrica victoria- pero Camps lo puede pasar peor dada la imagen de unidad proyectada (en forma del 98%) tras su cónclave regional, según El Semanal Digital.

Sin embargo, hay diferencias entre la postura de ambos líderes. Francisco Camps, en apariencia, permanece al margen del congreso alicantino y asegura no tener nada que ver con, Manuel Pérez Fenoll, el candidato que pretende disputarle a Joaquín Ripoll el trono provincial. Por su parte, Jorge Alarte si ha entrado de lleno en el charco, o barro, y ha mantenido diversas reuniones para unificar candidaturas. Ni que decir tiene que la palabra "fracaso" define muy bien las gestiones realizadas por el secretario general del PSPV.

Ni Alarte consigue su objetivo ni Camps, bien lo sabe él, está al margen del proceso congresual del PP alicantino. Y así, partidarios de unos y otros, están a la gresca ante la atenta mirada de la prensa y la indiferencia más absoluta de la ciudadanía por mucho que tengan a la fuerza que ver, leer o escuchar estos días.

En el PP los dos bandos están más que sabidos y definidos pero en el caso del PSPV alicantino el totum revolutum vuelve a ser la nota predominante, situación que puede provocar que la batalla sea todavía más cruenta. De momento se han postulado dos candidatas: la alcaldesa de Guardamar, Maryelene Albentosa y la primer edil de Sax, Ana Barceló. Albentosa cuenta con el respaldo de la vieja guardia (Diego Macià, Ximo Puig, Joan Lerma…) y ¡o sorpresa! del secretario general de Alicante, Roque Moreno, que se ha unido a la causa Albentosa junto a su enemigo, Ángel Franco.

Por su parte, Ana Barceló tiene el respaldo de Leire Pajín y presuntamente Ferraz (además de Alarte), situación que lía más la madeja al reabrir el debate del intervencionismo. Destacados socialistas comienzan a bautizar las imposiciones del entorno de Pajín como "el pajinato", desacreditando así algunas de las actuaciones de la secretaria federal de organización y criticando abiertamente la suerte de dictadura que se impone en el nuevo socialismo valenciano.

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