MADRID.- La travesía en el desierto a la que alguna vez ha hecho referencia el
presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, para referirse a la
situación de anormalidad que vivía su entidad y el sector va a durar más
de lo previsto, según elEconomista.
Hoy nadie duda de que el entorno es mucho mejor, pero las cuentas de
resultados y la rentabilidad de los grupos financieros españoles
seguirán bajo presión al menos en 2018 y 2019. A partir de entonces las
esperanzas de volver a coger una velocidad de crucero son más
optimistas. 2020 y 2021 serán dos ejercicios determinantes para que este
ritmo se confirme.
Los planes estratégicos presentados en los últimas semanas por cuatro
bancos recogen en gran medida esta percepción de lo que puede suceder,
pero todo dependerá en gran medida de las decisiones que adopte el BCE.
La política de estímulo económico aplicada en los últimos años se ha
alargado, pero pronto tocará su fin. Los pasos que dé el organismo
monetario determinarán si el sector consigue cumplir con estas
expectativas. Así ha sido hasta ahora y así continuará siendo.
En los dos últimos años las entidades han esperado un cambio de
tendencia en el precio del dinero y en el impulso del euribor para
elevar sus márgenes operativos, pero el primero sigue plano, en el cero
por ciento, y el segundo no para de descender en un terreno negativo
inédito, del que no ha salido desde febrero de 2016. Ni siquiera los
mensajes del BCE de que a finales de año empezará a endurecer su
política han modificado el rumbo del euribor, la variable principal que
mide los ingresos de la banca por su uso masivo en los créditos que
conceden.
Desde hace tiempo la banca viene reclamando al organismo monetario
mayor celeridad en el giro de su estrategia porque los efectos para la
economía se pueden ser nefastos. Hasta ahora, admiten, las consecuencias
han sido positivas, pero un mantenimiento de los estímulos podría
suponer un cierre del crédito y el salvamento de los grupos menos
sólidos.
Margen en depósitos, agotado
Las perspectivas
indican que en todo 2018 el euribor se quedará instalado bajo cero, pero
a final de año podría empezar a su ascenso lento y paulatino. Y sólo
con que vuelva al terreno positivo los ingresos de la banca repuntarían
sustancialmente.
Ayer, el consejero delegado de Bankia, José Sevilla,
indicó en una jornadas organizadas por la Universidad de Navarra que lo
importante es esto, no que se sitúen en niveles más o menos elevados,
porque la capacidad de mejorar los márgenes vía descenso de los
intereses de los depósitos se ha agotado. A su juicio, esto no sucederá
hasta dentro de dos trimestres.
Las entidades prevén que el euribor se mantendrá por debajo del 1 por
ciento -en la actualidad se encuentra en el -0,19 por ciento-, al
menos, hasta finales de 2020. Si el alza es menor es probable que más de
una tenga que integrarse en otra, máxime cuando aún existen otra serie
de desafíos muy relevantes.
El exdirector general del Banco de Basilea y próximo consejero de
BBVA, Jaime Caruana, citó en las mismas jornadas algunos retos, como la
adaptación a las nuevas normas de capital, la digitalización o el pesado
lastre de activos tóxicos.
En este sentido, el director de supervisión de BBVA, Ricardo Gómez,
explicó que la transformación tecnológica y la irrupción de nuevos
jugadores en determinados segmentos de actividad que ha monopolizado
hasta hace muy poco la banca provocará cada vez más caídas en la
rentabilidad.
"Esta será cada vez menor", señaló el directivo, que
añadió que estos actores -fintech, fondos y gigantes de internet y el
móvil- competirán con precios bajos y las entidades tendrán que
adaptarse a esta realidad.
Otra losa que pesa sobre la banca es que el volumen de crédito
todavía no crece, debido al proceso de des apalancamiento de empresas y
familias, a pesar de que las concesiones nuevas están mejorando. Es
posible que a final de año el stock crezca por primera vez en un
decenio. Todo dependerá de la evolución que experimenten las hipotecas.
Sobre este aspecto hay división en el sistema. Mientras que algunos
expertos, como el presidente de la patronal AEB, José María Roldán,
esperan una subida en 2018, CaixaBank, por ejemplo, espera que el
incremento se dará en 2019.
Una mayor actividad crediticia permitiría mayores ingresos, pero los
bancos descartan que se vuelva a la locura del boom. El crédito, una
vez se normalice, crecerá en torno al PIB. El ejercicio pasado cayó casi
un 3 por ciento.
Todos estos desafíos y previsiones se tendrán en cuenta por las
cúpulas de Santander y CaixaBank, que preparan ya los nuevos planes
2019-2021. Una peor realidad a las estimaciones han obligado a ambas
ajustar determinados objetivos de sus proyectos de negocio que finalizan
este ejercicio.
La meta de todo el sector es conseguir una rentabilidad por encima
del coste de capital, que se sitúe por encima del 9 por ciento. Las
dificultades encontradas en el camino colocan todavía esta variable muy
por debajo de este umbral. No alcanza el 5 por ciento y es inferior a la
cifra que tienen los competidores en el conjunto de la Unión Europea.
Esta es la asignatura pendiente que tendrán a la que se tendrán que
enfrentar en esta larga travesía hacia la normalidad. Y no todos tienen
la lección aprendida.
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