VALENCIA.- El zaplanismo nació
en 1995 para marcar una época en la Comunidad
Valenciana. Con él y su equipo se inició la construcción de un proyecto
del PP que duró 20 años, pero que se interrumpió con la dimisión de
Francisco Camps en 2011, se apagó con la derrota electoral de Alberto
Fabra en 2015 y ha acabado siendo enterrado dramáticamente con la
condena y el procesamiento del breve José Luis Olivas y el sobresaltado
encarcelamiento de Eduardo Zaplana por supuesto cobro de comisiones
ilegales, recuerda hoy El Mundo.
El
único consuelo que le queda a la fiel pléyade de seguidores zaplanistas
es que una de las "almas" de aquel proyecto, el que fuera jefe de
gabinete de Zaplana, Juan Francisco García, ha quedado en libertad aunque con cargos y la retirada del pasaporte y la prohibición de viajar.
El
ex presidente Zaplana ha ingresado en prisión en medio del silencio de
quienes hasta hace muy poco le seguían aclamando con el orgullo personal
de pensar que habían hecho historia.
El zaplanismo llenó hasta
reventarlo el salón de actos del Ateneo Mercantil de Valencia el pasado
16 de abril sin saber que aquella reunión sería la última, una especie
de epitafio colocado 36 días después a las puertas de la cárcel de
Picassent que rezará Aquí comenzó el 'Erial'.
Todavía en estado
de shock, los discípulos del zaplanismo sufren ahora la horfandad del
eterno "jefe", del faraón moral y político de un grupo que fue pasado a
cuchillo en cuanto Francisco Camps se hizo lo suficientemente fuerte
como para matar al padre. Camps y Zaplana se despreciaban mutuamente.
Y
ese sentimiento caló entre sus generales, hasta el punto que parte del
zaplanismo ha ido celebrando cada una de las operaciones policiales y
judiciales que acumulaban las huestes de Camps, numerosas y sucesivas
desde que estalló el caso Gürtel.
En los escasos días que han
pasado desde la detención de Zaplana, apenas se ha escuchado la voz de
los integrantes de aquel grupo. Obviamente, no está el horno para
bollos.Sólo una de sus ex conselleras, la benidormí Gema Amor,
incondicional entre las incondicionales, se ha atrevido a tomar la
palabra.
Amor ya no milita en el PP. Es la portavoz del grupo Liberales
en el Ayuntamiento de Benidorm y este jueves tomó el altavoz para
lamentar la reacción del PP, que no tardó ni 21 minutos en dar de baja a
Zaplana como militante. La prueba, según ella, de que "el deporte
nacional es la envidia y el rencor".
La ex consellera de Turismo,
es verdad, lo tiene más fácil que otros para reivindicar la memoria de
Zaplana en estos días de plomo. Ya no milita en el partido y sigue en la
política, algo que no pueden decir ya la mayoría de los que formaron
parte de aquella administración inicial del PP que, bajo la presidencia
de Zaplana, siempre hizo gala de buena gestión y de profesionalidad.
La
lista de todos los que han sido progresivamente despachados por (o del)
PP es larga. La mayoría de los que fueron consellers, directores
generales, subsecretarios o altos cargos de mucho o poco vuelo han
vuelto a su actividad privada anterior.
Los zaplanistas
siempre marcaron distancias con el campsismo en dos aspectos: la (hasta
ahora) nula mancha de corrupción, de un lado; y el empuje de modernidad
dado a la Comunidad Valenciana, por el otro.
Ahora, los cimientos
que todavía se percibían incorruptos en la administración que construyó
el PP, están bajo sospecha. El Gobierno del Botànic ha dado carpetazo
al llamado 'modelo Alzira', inaugurado en 1999 por Zaplana aplicando
medidas ensayadas por la Tercera Vía de los laboristas Blair y Giddens.
Y
planes como la privatización de la Inspección Técnica de Vehículos,
aparentemente bien diseñados, están bajo sospecha de que se enjuagaron
con sobornos. También el famoso 'modelo Cotino' para construir plazas de
residencias geriátricas, que realmente fue el modelo del conseller
Rafael Blasco, ahora camarada de Zaplana en la prisión, quien lo
implantó. Lo que queda del zaplanismo, efectivamente, es un "Erial".
El
ingreso en prisión de un presidente de la Generalitat, el primero en la
historia, supone el enésimo golpe a la imagen de la Comunidad
Valenciana, envuelta desde el estallido de la Gürtel, en febrero de
2009, en una auténtica tormenta de casos de corrupción que ha llevado a
la cárcel a nombres muy ilustres, como el del propio Blasco, fichado por
Zaplana para ser el «cerebro» en su equipo de Presidencia; Carlos
Fabra, ex presidente de la Diputación de Castellón y uno de los hombres
que le ayudaron a consolidar su poder territorial y, este jueves, la ex
consellera de Turismo Milagrosa Martínez, que ascendió a
los cielos de la política con Camps y ha dado con sus huesos en la
cárcel de Villena para cumplir 9 años. O el ex alcalde de Torrevieja, Pedro Hernández Mateo, a quien incluso se le denegó el indulto desde el Gobierno.
La reconstrucción de la verdad del caso Zaplana
todavía ofrece sombras, como la participación de la sobrina del ex
espía Francisco Paesa en la gestión de las cuentas en Luxemburgo a
través de las que se canalizaron las mordidas, de la que informó en
exclusiva Esteban Urreiztieta en El Mundo.
O el alcance de la participación de Vicente y José Cotino, sobrinos de Juan Cotino,
ambos puestos en libertad por la juez que instruye el caso para
sorpresa de muchos. O incluso el extraño episodio que contamos hoy en El Mundo del funcionario que hurgó en los papeles del Plan Eólico días
antes de que los pidiera la GuardiaCivil. Pero la sentencia moral al
zaplanismo está dictada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario