viernes, 19 de noviembre de 2021

La precariedad laboral en el Calzado tiene nombre y apellido de mujer


ELCHE.- La figura de la aparadora ha sido clave en el sector del calzado, pero a la vez polémico por la situación de precariedad e invisibilidad de estas mujeres durante varias décadas y cuyos testimonios se recogen en el libro 'Aparadoras. Las mujeres que fabrican tus zapatos', escrito por dos periodistas ilicitanas y que se presentó este viernes.


Elche o Elda son algunas de las principales ciudades productoras de calzado en España. Un sector tradicional en el que la mujer siempre ha sido protagonista: no hay un par de zapatos en el que no intervenga de alguna manera.

Sin embargo, su participación muchas veces ha sido invisible y en silencio. Es el caso de las aparadoras, mujeres que desde hace más de 40 años desarrollan su trabajo en casas, en talleres clandestinos o en fábricas, poniendo cordones y cremalleras, pegando o cosiendo partes del zapato durante jornadas interminables, siempre junto a su máquina de aparar y por apenas unos euros.

Mujeres que durante años no han dejado de trabajar, en muchas ocasiones desde el anonimato, sin contrato laboral. Mujeres que se han convertido en pilares de un sector como el del calzado, que también ha silenciado su labor, pese a que era conocida por todos.

Sus historias, vivencias y las condiciones en las que han desempeñado su trabajo es el punto de partida de 'Aparadoras. Las mujeres que fabrican tus zapatos'.

Un libro escrito por las periodistas ilicitanas Beatriz Lara y Gloria Molero para "rendir homenaje", "servir de altavoz" de las historias de 21 mujeres y que la gente "supiese lo que ocurre de verdad con las trabajadoras del calzado", ha asegurado Molero.

Una idea que surge allá por 2018, cuando un grupo de aparadoras se unió en la primera asociación de aparadoras de Elche con el objetivo de luchar por mejorar las condiciones laborales y sociales, el reconocimiento de sus derechos y hacer visible el trabajo de la mujer en la industria del calzado.

Y es que Beatriz y Gloria son conocedoras desde muy pequeñas de cómo viven y trabajan estas mujeres. Beatriz es hija, nieta y sobrina de aparadoras y Gloria también pertenece a una familia de trabajadoras del calzado. Es sobrina y prima de aparadoras y muchas de sus vecinas se dedican a ello.

Muchos de los testimonios del libro son de mujeres a punto de la jubilación, ya que otras por miedo al despido o a "aparecer en una lista negra" que les haga muy difícil encontrar un trabajo han preferido que no salieran su foto y su nombre, solo las iniciales.

Y, en el caso de las mujeres magrebíes, por ejemplo, algunas en situación irregular, además del miedo a quedarse sin su modo de subsistir, se arriesgaban a tener problemas legales y no aceptaron aparecer en este libro.

De las que sí lo han hecho, algunas de ellas cuentan su día a día en torno a la máquina de aparar y cómo durante años se ha convertido en un elemento inseparable en momentos históricos como el 23F  (el fallido intento de golpe de Estado), pegada a una radio, mientras sus pies no dejaban de darle al pedal.

Pero también situaciones de soledad, de aislamiento y sin apenas contacto con el exterior.

"Muchas mujeres se quedaban en casa, al cuidado de los hijos y de las tareas del hogar, mientras continuaban con su labor y sin ninguna cobertura legal", según Molero. Una situación que se repite en muchas de ellas y que, con el paso de los años, también les ha provocado problemas psicológicos.

No son los únicos. Las horas frente a la máquina de aparado también han provocado artritis, dolores en los pies, en la espalda, por estar encogidas durante tanto tiempo. E, incluso, ceguera después de tantas horas fijando la vista con una pequeña luz. Enfermedades reales y no reconocidas.

"Ni siquiera el médico cree que tengan estos problemas físicos", sostiene Molero, y encima sin derecho a una cobertura médica o una pensión por jubilación.

Una situación muy extendida que, según Molero, ha motivado que el trabajo de aparadora tienda a "desaparecer" poco a poco con el paso de los años.

"Cada vez son menos las personas que se quieren dedicar a ello", ha asegurado la periodista, quien ha indicado que "ya se van dando cuenta que existe trabajo fuera y no quieren seguir aisladas, incomunicadas y con un empleo sin cobertura legal".

Ante este panorama, han dicho basta, quieren ser escuchadas, que sus derechos no sean ignorados y que sus reivindicaciones no se queden en saco rato.

"Quieren menos promesas y más acciones", sostiene Molero. Por eso trabajan a través de asociaciones para que se les reconozca sus años trabajados y reivindicar todo lo que han hecho por el calzado y el desarrollo económico. Quieren, al fin, dejar de ser invisibles.

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